viernes, 28 de mayo de 2010

Yo y mi escopeta/hacha…

"El silencio dominaba de manera imponente mi hogar, desde la electrifica cerca del frente hasta el patio donde la recién vertida gasolina seguía alimentando leves alucinaciones a quien se acercase.

Yo, sosteniendo mi escopeta/hacha, tomaba mi quinceavo café de la mañana mientras abría la segunda bolsa de azúcar para verterle. La adrenalina provocaba que mi corazón se acelerara y de vez en cuando detuviera, pero un buen golpe al pecho lo arreglaba.

Ya eran tres semanas desde que el mal fue liberado en nuestra ciudad y yo ya había aprendido perfectamente a controlarlo. Una rápida decapitación con el filo de mi espeta/hacha, o un disparo en la cabeza, aunque el fuego también funcionaba prefería usar las anteriores.

Alguien me robo la idea

Tres semanas de estar solo en esta casa, por suerte tenia abastecida mi bodega del juicio final, donde guardo todas mis municiones, alimento enlatado, barriles de gasolina, napalm, entre otras cosas.

Tres semanas desde el último día que vi a una persona no infectada, una pequeña niña que paseaba a su gallina, me saludo y se retiro de mi porche. Lo recuerdo perfectamente, como si hubiera sido solo hace 3 semanas.

El silencio de la mañana se vio interrumpido por mi radio de onda corta donde monitoreaba si había otros no infectados. Estática, solo estática podía oír en esta estúpida radio. Hasta que de pronto una voz, la cual rápidamente reconocí como uno de los infectados empezó hablar.

Lancé el radio a la ventana, a donde antes estaba la ventana. Ahora solo era una placa de 2 pulgadas de acero reforzado. Los infectados seguían ahí afuera, intentando llegar a mí.

Camine hacia mi baño/bunker donde guardaba mi televisor, exactamente junto a mi tabla donde contaba cuantas montuosidades mataba al día; ya casi juntaba las 50, aun así no era suficiente.

Prendí mi televisor y vi a la mujer de las noticias, una infectada obviamente, hablando de un loco que seguía tomando la vida de inocentes y escondido en su fortaleza urbana.

Pusieron una foto de un joven de unos 20 años, ojos inyectados de sangres, mirada perdida, pelo enmarañado, atractivo animal; en ese momento fue cuando me di cuenta.

Los infectados estaban hablando de mí, yo, la última esperanza de la no infectada humanidad estaba siendo expuesto como el villano de la situación.

Esto no sería aceptado.

Termine mi café, comí mi última dona espolvoreada de cocaína (como remedio para el resfriado) y me dispuse a ir a lo más recóndito de mi bodega/alacena/recamara. Ah i encontré mi arma secreta, mi dispositivo nuclear "Chernóbil 2000" que le cambie a un par de traficantes rusos por un PlayStation 3 y 5 litros de bacanora.

Lo abrí y rápidamente decidí llevarme tantos de estos malditos como fuera posible. Yo no me iría solo."


"Así fue como paso, lo juro. San Pedro usted me tiene que dejar pasar. Yo solo intentaba ayudar a la humanidad" Grite intentando que mi voz se oyera por sobre las otras 50 que se encontraban gritando en ese mismo momento.

"Si claro…" fue lo último ante de levantar un gran sello rojo que decía rechazado.

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"La conciencia del perdido es la que me llevara a los momentos mas felices de los dias que jamas vivi."

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