domingo, 18 de abril de 2010

Caminamos…


No llores niña, ya nada puedes cambiar. El mal está hecho y tus lágrimas no lo van a detener.

Dejemos de perder tiempo, movámonos ya. No quiero volver jamás a este lugar, no podría aguantar la visión de tanta sangre y odio sin razón.

Si me has de seguir, pequeña, hazlo sabiendo que no soy quién quisieras, no soy lo que te convendría, pero al fin y al cabo soy lo que tienes. Así que ponte de pie y avancemos de una vez.

Sin importar cuánto caminamos el olor nos persigue. El olor a muerte y dolor; Me pregunto si no seremos nosotros los que arrastramos el olor por todo nuestro camino. Embarrado en nuestras manos y pies, tatuado en nuestros ojos y almas, una peste que nos seguiría a donde fuéramos hasta el final.

¿Cómo te llamas? Llevamos ya tanto caminando y aun no haz escupido una sola palabra, será que ¿me temes chiquilla? Quizás.

Por lo menos ya dejaste de llorar. Sigamos caminando, ya puedo ver algo de luz a lo lejos. Por fin te desharás de mi, quizás puedas encontrar algo parecido a una familia, incluso podrías tener hermanas o hermanos. Podrirás llegar a ser feliz aquí pequeña.

Estoy seguro que estarás más cómoda cuando la mano que tome la tuya no sea una llena de cicatrices y manchada de sangre, se que descansaras mejor cuando no tengas que dormir cerca de alguien como yo.


El pueblo parece ser civilizado, no veo cadáveres en las afueras ni gente armada por la calle, eso siempre es buena señal; este lugar podría ser bueno para ti niña.

A lo lejos, en el centro del pueblo veo una iglesia, parece que estar iluminada; ¿será que dios no duerme? Solo nos ignora de vez en cuando.

Toco dos veces la puerta con la mano que no sostienes, temo que si suelto la tuya intentaras correr antes de estar a salvo; a pesar de no haberlo hecho hasta ahora.

El calvo y rechoncho padre sale, con su mirada asustada e intrigada de mi presencia. Le digo dos palabras y te señalo, es todo lo que se necesita para que el entienda tu pasado, de done vienes y porque ya no tienes a tu mamá.

Suelto tu mano para que el padre la tome, pero tú, niña, eres extraña.

Te escondes detrás de mi pierna, rehusándote a que el gordo calvo hombre de dios se te acerque. Te alejas del padre todo lo que puedes sin soltar mi pantalón.

Entonces es cuando te entiendo.

Me disculpo con el hombre calvo que parece no agradarte, tomo tu mano y seguimos nuestro camino.

Quizás no estás lista para dejar de moverte o quizás simplemente no quieres soltar mi mano. No me importa sostener tu mano un poco más, hasta que estés lista para soltarme y tomar la de alguien mas cálido.

Pero, por ahora volvemos a caminar pequeña. Quizás me podrías decir tu nombre antes de que decidas dejarme…

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"La conciencia del perdido es la que me llevara a los momentos mas felices de los dias que jamas vivi."

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